sábado, 2 de mayo de 2009

El asesino invisible

Lo recuerdo como si fuese ayer todavía y aun me siento carcomido por el terrible horror. Quizá sean estas las últimas palabras escritas por un integrante de la ahora extinta raza humana. Es momento, creo, de hacer unas negras remembranzas.
Todo comenzó en el más monótono día, tan caluroso cual caldero de malformada bruja preparando su brebaje maligno. La brisa reconfortante se había extinguido o al menos se escondía como presagiando los marcados acontecimientos futuros.
Aquel día fue el elegido por el maléfico destino como el inicio de la era de la efímera y languideciente raza humana. De repente las muertes empezaron a ocurrir.
Los pueblos, ciudades, naciones empezaron a ser sepultados bajo el funesto pánico. Y todo debido a un misterioso asesino invisible, tan maligno como misterioso.
El día anterior todo transcurría en la más tranquila calma, y sin embargo, al siguiente la poca cordura humana había sido perdida en el hoyar del antiguo tiempo.
Lo más alarmante era la forma tan horrible, tan negra, tan fuera de este mundo en que este invisible asesino ejecutaba su horrendo menester. La carne era arrancada a jirones, o mejor dicho desprendida en contra de la voluntad propia del enfermo. Sanguinolentas hebras de pellejo eran el preámbulo de una macabra muerte, sin embargo lo realmente curioso es que las victimas no experimentaban dolencia ni malestar alguno.
Conforme el tiempo pasaba se llegó a descubrir que el misterioso asesino era una cepa de origen desconocido.
Fuera de este mundo llamada por algunos, a lo cual agregaría también fuera de este universo conocido. Debe reconocerse, a pesar de que ya sea tarde para ello que hay otras existencias de otros mundos, la mayoría de las veces más malignos que el nuestro. Y si por azares del destino se cruzan ambos mundos generalmente este suceso termina en una lenta agonía crónica para uno de los dos.
Sospecho que esto ocurrió así. Aunque esta hecatombe me hizo recordar la bella igualdad de los seres ante los profundos ojos de la muerte, ya que no hay distinción entre habitantes del género humano, de igual forma se tienen que rendir cuentas ante el tribunal de Anubis.
Empero, era mareadoramente memorable el ver como de la noche a la mañana la marcada ruta de la muerte seguía y seguía .Toda comunicación empezó pronto a fallar así como la agitada vida social, quedando pronto la humanidad reducida al caótico atrincheramiento.
Es bastante obvio el mencionar que la masacre de aquel asesino invisible era por miríadas y miríadas. Auténticos despojos humanos yaciendo junto a horrendas masas sanguinolentas de pellejos y huesos eran un espectáculo común en aquellos horribles días. Fui testigo de la macabra y fría muerte de familias enteras sin que nada pudiese hacerse.
Uno en particular resultaba realmente perturbador, ya que una familia decidió dar entierro llano y a cal viva a su integrante más pequeño, estando este aun vivo en el momento de arrojarle la castaña tierra. El pedía un vaso de agua para calmar su ardiente sed y en su lugar recibió una lluvia de tierra en la cara, y para que no se sufriera mas se le volteo boca abajo mientras el polvo llenaba su pequeña cripta mientras los agonizantes y quejumbrosos intentos de voz se escuchaban alrededor.
Los restos de lo que una vez fue el imperio de la quinta raza de la tierra se quedaron vacios y sus anteriormente altivos ocupantes, yacían dentro de simples cuevas y trincheras, inservibles desde luego.
Ahora que todos mis compañeros de sufrir se han ido, o mejor dicho los han arrebatado a jirones, he de escribir esta remembranza de que una vez hubo una raza efímera y banal llamada humanidad a la cual he pertenecido, a l menos he de hacerlo mientras todavía no se me acaba de desprender mi pellejo a mi único brazo útil.





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